Accelerated Spanish: Week 3 story
Throughout the third week, read and listen to this story once every day.
Note that you will not understand all the words, even with all the week 3 vocabulary! We’re going a step further here; part of the purpose of this story is to get you accustomed to listening selectively and figuring out what is being said even if you don’t know all the words.
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Read:
Hay momentos en que temo olvidar, por eso me siento acá en esta silla y escribo cuanta palabra se me ocurra. En general escribo del pasado, pero también sobre el futuro, sobre deseos imposibles. A veces lo que escribo no es del todo verdadero, me gusta esa libertad que dan las palabras, porque pueden significar millones de cosas diferentes.También por ello son un poco peligrosas. A veces uno pierde el control del mensaje y el sentido puede empezar a multiplicarse hasta cambiar completamente. Ayer mi hermana y su novio anunciaron que se van a casar, él de negro y ella de blanco. Ya todos los sabíamos pero hicieron una cena oficial. Cuando se casen entonces su novio será su esposo, o su marido, que significa lo mismo, y entonces ninguno de los dos va a ir al infierno. Mamá dijo que el diablo se lleva a las personas que no se casan, excepto que sean curas o monjas y se casen con Dios. También a las personas que no van a misa en Navidad o a las que no piden perdón. Cuando duermo a veces sueño con el diablo que tiene cara de mamá y me dice que se va a llevar mi alma o mi cerebro, nunca entendí bien si son la misma cosa o si son cosas diferentes pero al menos supongo que son cosas parecidas. Con mi hermana y mi mamá vivimos, desde que tengo recuerdos, en el número diez de la calle Séptima, en la planta baja de un hotel que mamá limpia y mantiene en orden todos los días. Mi hermana y yo la tenemos que ayudar con las cosas que mamá suele necesitar porque no le alcanza el cuerpo para hacerlo todo. Si mi hermana saca la basura de las habitaciones yo hago las camas, si ella compra el café yo se lo llevo a los huéspedes que piden servicio de desayuno. Para pasear a Fausto, el perro, nos turnamos entre las tres. A veces también me toca pagar las cuentas y eso es lo que más me gusta porque soy buena en matemáticas. El dueño del hotel es un médico muy importante, alguna vez le dijeron que el turismo es un negocio que paga bien y por eso puso el hotel. Al principio lo administraba su mujer, que tenía el pelo más lindo del mundo, largo y muy, muy negro, hasta que un día, cuando yo tenía seis años, el coche en el que ella solía andar sufrió un accidente, se prendió fuego y la mujer murió camino al hospital. Mamá dice que ese fue un golpe muy duro para el doctor, “pobre, pobrecito, el doctor” decía mientras barría el piso. A partir de ese momento la situación cambió y ahora vemos al doctor mucho más seguido, hasta empezó a venir a los cumpleaños y a veces comemos juntos. Al principio me parecía raro, probablemente porque el señor todo correcto y elegante desentonaba un poco con nosotras. Él es bastante callado y aquí todas nos la pasamos gritando y hablando una encima de la otra, pero bueno, ya me acostumbré a su compañía. Mi hermana es más grande que yo por exactamente seis años aunque todos dicen que no se nota porque ella es muy baja para su edad, pero bueno, el punto es que siempre necesita ser el centro de atención. Cuando no logró pasar la prueba para entrar al equipo de gimnasia artística se encerró en su habitación y lloró por días. Mi mamá se cansó de oír su llanto y le dijo a través de la puerta que no podía reaccionar de ese modo, que en la vida hay que saber ganar pero también perder. Mi hermana le dijo que el maestro era el ser humano más despreciable del planeta, que ella había hecho todo perfecto hasta que sin querer pisó apenas la línea del borde y él ni siquiera la dejó terminar la coreografía que había preparado. Al parecer ella le pidió que por favor la dejara hacerla otra vez pero él dijo que el sistema era así: cada participante tenía una oportunidad y ella había perdido la suya. Tras ello, para peor, le dijo: “Todo lo que has hecho ha sido excelente, que pena que pisaras la línea”, y sin decir nada más la tachó de la lista y llamó al siguiente grupo. Mamá se enojó mucho y me llevó a la escuela a hablar con el maestro porque no confiaba en que mi hermana me cuidara. Lo encontró en una sala del edificio principal, donde está la oficina del director, y le dijo que no había necesidad de ser tan cruel, que la pobre chica estaba destrozada. Él le dijo que quizás había cometido un error pero que aun así no existía nada que pudiera hacer. El equipo ya había sido seleccionado y no sería justo para los ganadores decirles que alguno se había quedado afuera. Entonces no sé bien qué pasó, pero mamá me hizo esperar del lado de afuera y cerró la puerta de la sala. Cuando salió le pregunté qué había pasado, ella me dijo que no era asunto mío pero que había puesto a ese señor en su sitio. Cuando llegamos a casa abrió la puerta de mi hermana que seguía siendo un mar de lágrimas y le dijo “ya está querida, ha llamado el maestro, dijo que al final conseguiste un puesto en el equipo”. No sé por qué pero mi hermana siempre consigue lo que quiere. Hace algunos meses le pregunté a mamá por mi papá, que es sólo mío y no el de mi hermana. Una vez el papá de mi hermana pasó una navidad con nosotras, después de como diez años de vivir en otro país volvió y apareció en mi casa un veinticuatro de diciembre. Parecía mucho más joven que mamá, era un poco lindo pero se hacía el interesante por haber estado en un programa de preguntas y respuestas que daban en el canal siete aunque había perdido todo en la primera prueba. Sólo por haber salido en la tele él juraba que podía conseguir cualquier cosa, aunque lo único que consiguió fue que mi mamá lo echara a patadas de la casa. Después de ese día no lo vimos más y algunos meses después pasó lo de la esposa del médico y ustedes ya saben como es la historia. Pero bueno, cuando le pregunté a mamá por el mío ella hizo un ruido extraño, como de odio o de lamento, y me dijo con su voz de falsa calma que me tendría que bastar con una madre, que para qué necesitaba un padre. Yo le dije que aunque bastara igual era necesario saberlo. Entonces ella dijo “bueno“ y después dijo que mi padre era un marinero y que su barco naufragó a mil kilómetros de la orilla cuando yo era muy pequeña. Entonces corrí y le conté a mi hermana pero ella se rió de mí y me dijo “qué nena tonta eres”. Entonces, como cada vez que ella se ríe de mí o que me dice “nena”, llegué a desear que se muriera o que algo terrible le pasara. Le dije “ojalá te mueras” y me dijo que tenía una mente enferma y me sacó de la habitación mientras llamaba a mi madre a los gritos para que hiciera algo conmigo. Cuando mamá llegó yo estaba tirada en el piso gritando que las dos eran lo peor de lo peor y que no veía el momento de ser libre y poder irme de esa casa. Mamá me agarró con fuerza del brazo y yo pensé que me iba a hacer daño pero me abrazó. Me dijo que prestara atención, que íbamos a hacer un trato, que si yo me portaba bien en algunos años me iba a contar todo lo que yo quisiera saber. Después ella lloró. Sentí pena por ella y me arrepentí de haberle dicho que era lo peor y por llegar a pensar que me iba a hacer daño, entonces le pedí perdón y ella se quedó tranquila. Hace un par de noches, cuando el doctor se iba a quedar a cenar, le pregunté a mamá si ella era la novia del doctor. Mamá me dio un golpe con la escoba y me dijo que dejara de ser tan atrevida, que la comida iba a estar lista en cualquier momento y que mejor me fuera a buscar a mi hermana que quién sabía adónde se había metido. Afuera el aire estaba helado. Mientras la buscaba por las calles del barrio pensaba que lo de mamá y el doctor debía de ser un secreto y por eso mamá se ponía así. Decidí que iba a cerrar la boca y ya no iba a hacer más preguntas porque mamá a veces era un poco bruja. Llegué al club y me senté bien cerca de la reja que separa las canchas de tenis de la calle. Siempre que estoy triste o que no tengo nada que hacer corro hasta el club, me quedo un rato ahí y pienso en el pasado. Me gusta acordarme de un día en especial, de ése en que me encontré con Julio en el club y jugamos a que yo era la reina y él era el rey de un país que quedaba muy lejos. Como había ocurrido un ataque y el pueblo entero había formado un ejército para matarnos debíamos escondernos en una iglesia de alta seguridad que quedaba a media hora hacia el norte. El plan se le había ocurrido a un agente del servicio de información confidencial muy joven pero nada tonto. Yo le decía al rey que nosotros teníamos que matar a todos los rebeldes pero él decía que no, que mejor los dejáramos formar su gobierno y poner a su presidente, así nosotros podríamos vivir en el campo y ya nada nos tendría que preocupar. Prometió que me encantaría, que venderíamos su espada de oro y podríamos usar ese dinero para no sentir hambre. Dijo que nunca estaríamos solos y que tampoco tendríamos nada que temer, que estaríamos a salvo y viviríamos en paz. Podríamos leer, contar cuentos, trabajar en cualquier cosa hasta que llegara el momento de morir. A mí Luis siempre me pareció muy inteligente entonces le dije que sí, que hiciéramos eso, que no necesitábamos un reino, y nos pusimos a correr alrededor de la cancha de tenis como si fuera un bosque muy largo y peligroso hasta que el profesor de los más chiquitos nos dijo que habían llegado nuestros padres, que nos venían a buscar. Entonces nos olvidamos de la misión y cada uno se fue a su casa pensando en que era mucho más divertido vivir en el campo que ser reina y rey y que la próxima semana podríamos jugar a los detectives. Cuando regresábamos a casa le conté a mamá que los padres de Luis habían hecho un viaje a Europa en avión y que además tenían coche propio pero mamá me hizo callar y no hablé más. Andamos en silencio hasta que la oí decir que los padres de Luis podían comprar todas esas cosas porque el padre era abogado pero de esos que ayudan a los malos, a los ladrones, a los que arman pelea, incluso a los asesinos, que además tenía negocios por izquierda y que así cualquiera viajaba por el mundo y hacía todas esas cosas increíbles. Después dijo que era mejor no tener nada que ver con esa gente. Yo le dije que no podía ser porque yo había visto al papá de Luis cuando nos llevó a ver esa película sobre un oficial de policía un poco estúpido y había sido muy bueno y divertido. Entonces mamá dijo que ella nunca me había dado permiso para ir y me hizo jurar que yo ya no iba a seguir siendo amiga de Luis pero yo sabía que eso era imposible porque igual lo vería en el club. Mi hermana, siempre que se va a encontrar a escondidas con sus novios, dice que es mejor pedir perdón que pedir permiso, así que si mamá alguna vez llegara a suponer que Luis y yo todavía éramos amigos enseguida me podía disculpar y listo. Pero, al final, nunca más volví a ver a Luis. yo creo que mamá ese día le echó una maldición o algo porque esa misma semana salió en todas las noticias que la policía había ido en busca del papá de Luis y la justicia lo había encontrado culpable de violar la ley. Por eso ahora estaba preso y toda su familia, incluyendo a Luis, se había mudado a otro barrio porque, como dice mamá, “se morían de vergüenza”. Así que al final nunca hubo una próxima vez y ya no vi a Luis ni jugamos a los detectives, todo por culpa de mamá que echó esa maldición. Igual yo sé que, como dice la canción, el destino alguna vez nos volverá a juntar. Mientras pensaba en todo esto Norma me saludó desde la tienda. Norma es la señora que trabaja en la tienda frente al club, su hijo Jorgito tiene la misma edad que yo y mamá siempre dice que es un santo “Jorgito es un cielo, uno le da un libro y el se queda tranquilo sin molestar, no hace preguntas tontas y tampoco le busca la quinta pata al gato como haces tú”. Yo le digo que en verdad ese niño es un poco raro, que en el club siempre se queda en silencio en un rincón y no habla con nadie, sólo con el profesor, y en la escuela también. Mamá dice que eso es normal, que el muchacho se aísla porque es una persona interesante y no le importan las pavadas que nos gustan a los demás. Mi hermana cuenta que el día que nació Jorgito, cuando mamá estaba embarazada de mí, lo fueron a ver al hospital. Mamá dice era un bebé hermoso, mi hermana no se acuerda de si era bonito o si era feo, pero sí se acuerda de que mamá le había llevado de regalo unas medias para bebé tejidas por ella. Norma dijo “querida, qué sorpresa tan maravillosa”, pero cuando las quiso poner en los pequeños pies de Jorgito se dieron cuenta de que mamá, por error, había tejido dos medias izquierdas. Eso porque las había hecho con dibujos, porque si hubieran sido lisas nadie se daba cuenta. Al final Norma las hizo un bollo y las dejó sobre la mesa del hospital. Todos dicen que fue muy divertido, salvo mamá, a quien probablemente no le pareció nada gracioso porque desde ese entonces no tejió más y repite como un lamento “no vale la pena, al final una trabaja como loca y se muere de dolor de espalda para que después todo termine en la basura”, y por eso mamá nunca me hizo ropa sino que me la compra en esas tiendas del centro donde hacen millones de prendas iguales. No importa lo que diga mamá, a mí Jorgito me parece un tonto. El día de la muerte de la mujer del médico, o sea antes de que mamá fuera su novia secreta, vinieron al colegio a tomarnos la foto que se toma todos los años. En verdad son dos fotos, una individual y una de grupo. Yo estaba muerta de miedo porque la noche anterior había visto una película que decía que las fotos robaban el alma de las personas, y con esa información no podía dejar que me volvieran a tomar una foto, porque si bien en mi vida ya me habían tomado varias quizás todavía conservaba un poquito de mi alma. Tenía que escaparme de ahí entonces le dije a la señorita que necesitaba ir al baño, salí de la sala, doblé a la derecha y para que nadie me viera decidí salir a través de una ventana. Cuando ya estaba afuera escuché una voz que venía desde adentro. Era de Jorgito que estaba mirándome con su cara de idiota. Preguntó: “¿qué haces?” y yo le dije que tenía una misión muy importante en otro lugar. Él me dijo que le iba a contar a la señorita y que me iban a mandar a la dirección, yo le dije que no sea estúpido, que mejor viniera conmigo así no le robaban su alma pero como no quiso entonces me fui sola con cuidado de que el hombre de seguridad no se diera cuenta. Sentí que tenía total libertad para hacer cuanta cosa se me ocurriera, por ejemplo tomarme el tren hasta la nueva casa de Luis y quedarme a vivir con él, podríamos compartir sandwiches de carne y tendríamos un montón de citas como mi hermana y sus novios. Pero cuando revisé mis bolsillos me di cuenta de que mi plan tenía una problema y ése era que no tenía casi nada de dinero, sólo una moneda que no valía nada y que era la mitad del vuelto que me habían dado esa mañana cuando fui a comprar café. La otra mitad la tenía mi hermana porque ese era el trato: si le robabamos plata a mamá había que dividirla en dos porque si no la otra le decía y las cosas podían ponerse duras. Entonces fui al parque y me acosté en el césped mientras me imaginaba que estaba de viaje con Luis en un sitio completamente hermoso. Habíamos llegado en barco, como en las películas de otro siglo, ya éramos grandes, Luis era abogado como su papá, pero de los buenos, de los que luchan por las causas justa y respetan la ley. Es más, una de las razones por las que estábamos ahí era porque Luis dirigía un programa de esos que ayudan a combatir el hambre en países lejanos. Yo era una agente secreta que, para preservar la paz, tenía que impedir un ataque terrorista que tenía como destino el sitio en el que estábamos, así que nuestro viaje era un poco por placer y un poco por trabajo. Ninguno de los dos tenía miedo del peligro, pero igual llevábamos nuestra espada a todas partes, porque como todavía no existían los aviones tampoco existían las pistolas. Me desperté de pronto porque algo me golpeó en la frente. Era la cola del perro del médico, es decir, una señal de que mamá estaba cerca porque ese día le tocaba pasearlo, segundos después escuché su llamado, o, mejor dicho, su grito fuera de control, “¡qué estás haciendo acá! ¿Por qué te fuiste de la escuela?”. Yo no dije nada y ella dijo que quería saber ya mismo el porqué entonces balbuceé casi sin tomar aire todo lo que pensaba acerca de las fotos y el alma y el diablo y el infierno pero mamá me interrumpió y dijo “esto es increíble” y después dijo que si me creía todo lo que veía en la televisión entonces me la iba a quitar. Me tomo la mano y mientras caminábamos me dijo que había cosas que existían en el mundo real y cosas que no, por ejemplo las naves espaciales sí existían pero uno nunca jamás podría verlas porque estaban a miles de millones de kilómetros en medio del cielo. También dijo que las naves siempre salían de la tierra y nunca de otros planetas, osea que los extraterrestres también eran inventos. “Las cosas que dicen las películas no hay que creerlas nunca, nena, son cuentos”, y después me prometió que mi alma estaba segura incluso sacándome la foto del colegio. Le pregunté a mamá si los deseos del cumpleaños también eran mentira y ella dijo que no se hacían realidad por arte de magia pero que aun así servían para ponernos objetivos a futuro. Ya casi era la hora de volver a casa pero mamá me obligó a volver al colegio y entramos las dos por la puerta trasera del edificio y me llevó a la sala para que le pida disculpas a la señorita por haberme ido sin permiso. La señorita ya sabía que yo no estaba porque Jorgito había sido muy rápido en pasarle el mensaje y ya estaba en el aula con la psicóloga, la cual me llevó a su oficina y me hizo un montón de preguntas que yo no contesté simplemente porque no tenía ganas y porque sabía que me iba a decir exactamente lo mismo que me había dicho mamá: que eran todos cuentos. Pero ellas no saben nada. La psicóloga, la señorita y mamá seguro se sacaron muchas fotos porque a veces pareciera que no tuvieran alma. Mamá a veces más que una madre parece un sargento y nos tiene a mi hermana y a mí de acá para allá. “Os lo digo, acá lo que hace falta es orden”, dice, y en esos momentos le sale fuego por los ojos. Aunque desde que el médico nos hace compañía mamá habla de mejor modo y en la casa hay menos peleas. El otro día vimos una película los cuatro juntos y nadie discutió con nadie. Se trataba de un asesino que jugaba con la mente de las personas. El sistema consistía en que las encerrada en una habitación y las hacía vivir sus peores pesadillas hasta que acababan por suicidarse. El médico dijo que fue excelente, “de veras que el cerebro humano es un órgano de lo más interesante” dijo y yo me acordé de cuando pude hacer sólo con la mente que Luis y yo estuviéramos de viaje en otro siglo aunque se hubiera ido a vivir a un lugar que queda muy lejos y estuve de acuerdo con el doctor. Lo que decía tenía mucho sentido y además, como dice mamá, el doctor es tan inteligente que siempre está en lo correcto. En fin, la cuestión es que esa noche que salí a buscar a mi hermana no la vi por ninguna parte y tuve que regresar sola. Ahora mamá estaba enojada de veras, no entendí bien el porqué, quizás porque mi hermana no aparecía o quizás por la pregunta que le había hecho antes, el punto es que me mandó a la cama sin comer. Me dijo que me fuera derecho para el cuarto, pero cuando pasé por su habitación decidí entrar. Encima de una mesa pequeña, junto al teléfono, Mamá tiene una caja de música que suena cuando se abre y adentro tiene, además de una bailarina en el centro, una estampita de un santo, un par de hebillas para el pelo, una foto de mi hermana y yo jugando con Fausto, el perro de médico, también una lista de compras, una crema humectante para pies y muchos papeles llenos de palabras tan apretadas que apenas se leen. Hace algunos meses mamá me vio leyendo uno. Yo acababa de llegar a la parte donde decía algo como “ese bebé es sólo tuyo” cuando mamá vino por detrás y me sacó el papel, cerró la cajita y la guardó con llave en un cajón. Después me hizo prometer que nunca jamás volvería a entrar a su cuarto sin permiso y mucho menos revisar sus cosas “que no se te vuelva a ocurrir hacer una cosa así, mis cosas personales no son asunto tuyo”, dijo. Pero como ese día en que mi hermana no aparecía yo no tenía sueño, mientras oía a mamá hablar por teléfono desde el patio trasero, aunque había prometido no hacerlo, entré en su habitación y busqué la llave entre sus cosas pero no la encontré. Hice fuerza pero el cajón no se abrió y me tuve que dar por vencida e irme a dormir. Alrededor de las siete de la mañana del día siguiente mi hermana entró por la puerta como si nada hubiera pasado y dijo con la frente alta que había estado en una cita. Mamá se puso blanca y le preguntó si había pasado toda la noche con él. Mi hermana dijo que sí y mi mamá, como loca, le dijo que eso era un peligro y la mandó a la Iglesia a confesarse. Después le dijo que tenía que hacerse valer, que no podía andar por ahí como si fuera una cualquiera, pero cuando mi hermana dijo que había decidido casarse con un banquero con estudios universitarios, que nos iba a encantar y que ya no nos haría falta nada, que tendríamos todo lo necesario, Mamá lloró de felicidad y se olvidó del enojo como siempre pasa con mi hermana. El novio futuro esposo o marido de mi hermana vive en un pueblo que queda muy lejos, hacia el norte, donde vive la gente con plata. Anoche, cuando me dijeron que vendría a cenar, pensé que llegaría atravesando el cielo y bordeando el sol en una nave espacial, pero al final no llegó así sino que llegó en tren. También anoche, mi mamá, mi hermana y yo usamos nuestra mejor ropa y el doctor se puso su ropa perfecta de siempre. Mientras esperábamos mamá puso música tranquila, después me limpió la cara y dijo que me pusiera linda que el novio futuro esposo o marido de mi hermana llamaría a la puerta en cualquier momento. Cuando oímos sonar el timbre mi mamá se puso muy nerviosa. Cuando él entró y sacó el regalo sorpresa que había traído para mi hermana, un anillo de oro con diamantes, mi mamá lloró tanto que creí que íbamos a tener que llamar al hospital. Él era bonito pero parecía de mucha más edad que mi hermana. Cuando me vio me dijo “es un placer conocerte” y a mí me dio vergüenza. Como era una ocasión especial pusimos la mesa en la sala principal del hotel porque casi no había huéspedes. Mamá dijo “espero que tengan hambre, hay comida como para un ejército” y comimos carne de la mejor calidad. Mi mamá lo hizo sentar a la derecha del doctor y, aunque mi hermana ya le había dicho, le preguntó cómo se ganaba la vida. Su respuesta fue que trabajaba en un banco y que hasta tenía su propia oficina y personal a cargo, también contó que había escrito un libro y entonces me pareció hermoso e interesante. Cuando me pidió que le diera la sal deseé ser mi hermana y se la pasé con un poco de dolor que se notó y a los demás les pareció muy gracioso. Como estaba muy nerviosa se la di en la mano y tras ello mi mamá gritó “Tira sal hacia atrás, ¡por díos!, si no tendrás como siete años de mala suerte”. El novio de mi hermana no parecía preocupado pero sonriendo echó sal hacia atrás y yo le pedí perdón. El resto de la conversación fue aburrida. Se habló del gobierno, del presidente, de la terrible situación del país. El doctor y él hablaron de un sargento o general, no me acuerdo, que el doctor había conocido en el ejército y que llevaba el mismo apellido que el novio futuro esposo o marido de mi hermana pero al final resultó que él no lo conocía. “Somos una familia enorme”, dijo. Cuando terminamos de comer él salió a contestar un llamado porque adentro no llegaba la señal del celular. Enseguida mi mamá dijo que era un muchacho “simplemente maravilloso”. Mi hermana sonrió y yo sentí un poco de odio pero lo disimulé cual actriz de película, pero cuando mi hermana dijo “a la nena le gustó” yo la dije idiota y mamá me llevó al baño y me lavó la boca con jabón. Me recordó que era mi deber comportarme como una señorita y que le debía una disculpa a mi hermana. Yo no dije nada, mamá dijo “es una orden” y entonces hablé pero en vez de disculparme grité “os odio a todos” y salí por la puerta principal del hotel en dirección al club. Cuando llegué me quedé parada en la mitad de la calle y llamé a Luis con un grito muy fuerte, obviamente nadie vino pero yo hice de cuenta que él estaba ahí y nos sentamos en un banco medio roto. Le dije que estaba cansada de existir, también de mi mamá, de mi hermana, de su novio futuro esposo o marido perfecto, del médico y su ridícula calma. Luis, como es muy inteligente, me oyó con paciencia y después me dijo que todos ellos eran unos tontos y que nunca debía olvidar que, aunque dejará a los rebeldes gobernar, yo siempre sería una reina. Después me dijo que estaba preocupado por su papá pero que le gustaba su nueva casa. Nos tomamos de la mano y corrimos a escondernos detrás de unos arbustos. Hablamos bastante acerca de cómo todo lo que alguna vez nos había parecido normal de pronto se había vuelto extraño hasta que dejó de ser ayer y fue hoy, cuando se hizo de día nos quedamos dormidos al calor del sol.